domingo, octubre 21, 2007

DE LA SOLEDAD PRODUCTIVA A LA COMUNIDAD Y AL MINISTERIO. II

Segunda parte del texto de Henri Nouwen

Soledad Productiva.

La soledad productiva es estar con Dios y sólo con Dios. ¿Hay espacio para esto en tu vida?
¿Por qué es tan importante que estés con Dios y sólo con Dios en la cima de la montaña? Es importante, porque es el espacio en el cual tú puedes escuchar la voz del que te llama “mi amado”.
Orar es escuchar al que te llama “mi hija amada”, “mi hijo amado”. Orar es dejar que esa voz te hable al centro de tu ser, a tus tripas, y dejar que esa voz resuene con todo tu ser.
¿Quién soy? Yo soy la amada o el amado. Esa es la voz que Jesús escuchó cuando salió del río Jordán: “Tú eres mi amado; en el cual me complazco”. Y Jesús te dice a ti, como me dice a mí, que somos amados tal como él es amado. Esa misma voz está allí para ti. Cuando no reclamas esa voz, no puedes caminar con libertad en este mundo.
Jesús escuchó esa voz todo el tiempo, y fue capaz de recorrer la vida. La gente le aplaudía; se reía de él; le decían “¡Hosanna!”, y le gritaban “¡Crucifíquenlo!” Pero en medio de esto, Jesús sabía algo – Yo soy amado; soy el favorito de Dios. Él se aferraba a esa voz. Existen muchas otras voces que hablan duro: “¡Pruébanos que eres amado!”, “Compruébanos que vales algo”, “Prueba que puedes contribuir en algo”, “Haz algo importante”, “Construye una identidad”, “Por lo menos muestra un poco de poder, entonces la gente te amará; entonces la gente dirá que eres maravilloso, que eres excepcional”.
Estas voces son fuertes en este mundo. Estas eran las voces que Jesucristo escuchó inmediatamente después de oír: “Tú eres mi amado”. Otra voz dijo “Prueba que eres el amado. Haz algo. Convierte en pan estas piedras. Asegura la fama. Salta del templo y serás conocido. Toma un poco de poder para que tengas verdaderas influencias. ¿No quieres influir? ¿Esa no fue la razón porque viniste?
Jesús respondió: “No, no tengo que probar nada. Ya soy el amado.”

Me encanta la pintura del Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt. El padre abraza a su hijo, abraza a su hija, y toca a su hijo y a su hija y dice, “Tú eres mi amado, mi amada. No voy a hacer preguntas. A donde quiera que hayas ido, lo que quiera que hayas hecho, y sin importar lo que la gente dice acerca de ti, tú eres mi amado. Estás a salvo en mis brazos. Yo te toco. Yo te protejo bajo mis alas. Puedes retornar a mí. Mi nombre es Compasivo. Mi nombre es Amor.”
Si mantienes esta idea en la mente, puedes manejar una cantidad enorme de éxito como también una cantidad enorme de fracasos sin perder tu identidad, porque tu identidad es que eres amado, amada. Mucho antes que tu padre, tu madre, tus hermanos y hermanas, tus maestros, tu iglesia o cualquier otra persona te tocaran en una forma, ya sea hiriente como amorosa- mucho antes de que fueras rechazado por una persona o alagada por otra- esa voz ha estado allí siempre. “Yo te he amado con amor eterno”.
Ese amor está allí antes de que nacieras y estará allí después de que mueras.
Una vida de cincuenta, sesenta, setenta o cien años es solo un pequeño momento en el cual puedes decir: “Si, yo también te amo”. Dios se ha hecho tan vulnerable, tan pequeño, tan dependiente en un pesebre y en una cruz, y nos ruega “¿me amas? ¿Realmente me amas?”
Allí es donde comienza el ministerio, porque tu libertad está anclada en reclamar que eres amado. Esto te permite ir al mundo y tocar a otros, sanarlos, hablarles y hacerlos concientes que son amados, escogidos y bendecidos. Cuando tú descubres tu condición de amado, amado de Dios, comienzas a ver lo amados que son los demás y comienzas a reconocerlo. Es increíble y misterioso como entre más conoces la profundidad del amor de Dios por ti, mejor verás cómo tus hermanos y hermanas en la familia humana son amados.

Esto no es fácil. Jesús pasó la noche en oración. Este es un reflejo del hecho de que la oración no es algo que siempre sentimos hacer. No es una voz que siempre escuchas con estos oídos. No es una intuición que de repente penetra a tu mente. (El corazón de Dios es más grande que el corazón humano, la mente de Dios es más grande que la mente humana, la luz de Dios es tan grande que podría cegarte y hacerte sentir que andas de noche.)
Pero tienes que orar. Tienes que oír la voz que te llama amado, amada, porque de otra forma andarás de aquí para allá buscando afirmación, alabanza, éxito. Y entonces no eres libre.
Si sólo pudiéramos sentarnos media hora al día sin hacer otra cosa excepto tomar una palabra sencilla del evangelio y enfocándonos en ella, por ejemplo “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Dilo tres veces, y sabemos que no es cierto, porque sí nos faltan muchas cosas. Esa es la razón que estamos tan nerviosos. Pero si seguimos repitiendo la verdad, la verdad real- “El Señor es mi pastor, nada me faltará” y dejamos que esta verdad descienda de nuestra mente a nuestro corazón, gradualmente estas palabras serán escritas en las paredes de nuestro templo interior. Este se convierte en el espacio en el cual podemos recibir a nuestros compañeros de trabajo, nuestro trabajo, familia y amigos, y la gente que nos encontramos durante el día.
El problema es que tan pronto te sientas y te silencias, piensas: “¡ay! se me olvidó esto… debo llamar a mi amigo… me voy a encontrar con él…” Tu vida interior es como un árbol de bananos, lleno de micos saltarines.
No es fácil sentarse y confiar que la vida en la soledad productiva, Dios va a hablarte – no como una voz mágica sino que el te dejará conocer algo gradualmente, a través de los años. Y en esta palabra de Dios encontrarás el espacio interior desde el cual vivir tu vida. La soledad productiva es donde comienza el ministerio espiritual. Allí es donde Jesús escuchaba a Dios. Allí es donde nosotros escuchamos a Dios.
A veces pienso la vida como una rueda de carreta con muchos radios y un eje central. A menudo en el ministerio andamos en el rin tratando de alcanzar a todos. Pero Dios dice: “comienza en el eje. Entonces estarás conectado con todos los radios y no tendrás que correr tan a prisa.”

No hay comentarios.: