sábado, octubre 20, 2007

DE LA SOLEDAD PRODUCTIVA A LA COMUNIDAD Y AL MINISTERIO.

Amados hermanos y perseverantes de la vida pietista:

En las próximas publicaciones compartiremos con ustedes un artículo del teólogo holandés Henri Nouwen que nuestro queridos hermano Gustavo ha compartido con los encargados de núcleo del GBU. En esta época del año, donde los ramos y sus útimas pruebas parecen ser el techo de nuestras vidas, estaría bien tomar un momento y reflexionar sobre la prioridad y lo que debiera ordenar nuestras vidas.

El día de hoy, en nuestra primera entrega, veremos la introducción, llamada:

"Jesús estableció el orden para el trabajo espiritual."

Las palabras discipulado y disciplina son la misma palabra. Este hecho siempre me ha fascinado. Una vez que hemos tomado la decisión de decir: “Si, quiero seguir a Jesús” la pregunta es: “¿Qué disciplinas me permitirán permanecer fiel a esa decisión?”. Si queremos ser discípulos de Jesús tenemos que vivir una vida disciplinada.
Disciplina, no significa control. Si conozco la disciplina de la psicología o de la economía, tengo un cierto control sobre un cuerpo de conocimiento. Si yo disciplino a mis hijos, quiero tener un poco de control sobre ellos. Pero en la vida espiritual la palabra disciplina significa: “el esfuerzo para crear un espacio en el cual Dios pueda actuar”. Disciplina significa prevenir que todo espacio en la vida se llene. Disciplina significa que en algún espacio no estás ocupado y tampoco preocupado. En la vida espiritual, disciplina significa crear ese espacio en el cual algo con lo cual no estábamos contando, pueda ocurrir.
Creo que tres disciplinas son importantes para que nos mantengamos fieles, de forma que no sólo nos convirtamos en discípulos, sino que permanezcamos como discípulos. Estas disciplinas están contenidas en un pasaje muy familiar de la escritura, pero en el cual puede sorprendernos que se hable de la disciplina:

“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales llamó apóstoles: A Simón, a quien llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan. Felipe y Bartolomé. Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén, y de la costa de Sidón y Tiro, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.” (Lucas 6:12-19).

Esta es una hermosa historia que relata lo ocurrido desde la mañana hasta la tarde. Jesús permaneció toda la noche en soledad productiva con Dios. En la mañana reunió a los apóstoles a su alrededor y formó comunidad. En la tarde, con los apóstoles, salió a predicar la palabra y sanó a los enfermos.
Fíjate en el orden: de la soledad productiva a la comunidad y al ministerio. La noche es para la soledad, la mañana para la comunidad; la tarde para el ministerio.
Tan a menudo en el ministerio he querido hacerlo solo. Si no funcionaba entonces buscaría a otros y les diría “¡Por favor!” buscando a una comunidad que me colaborara. Si esto no funciona tal vez entonces comenzaría a orar.
Pero el orden que Jesús enseña es lo opuesto. Comienza con estar con Dios en soledad productiva; luego crea un compañerismo, una comunidad de gente con quienes se vive la misión, y finalmente esta comunidad sale junta para sanar y proclamar las buenas nuevas.
Creo que uno puede considerar la soledad productiva, la comunidad y el ministerio como tres disciplinas por medio de las cuales creamos un espacio para Dios. Si creamos un espacio en el cual Dios puede actuar y hablar, algo sorprendente ocurrirá. Tú y yo estamos llamados a estas disciplinas si queremos ser discípulos.

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